RAMERA
“No contaminarás a tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya la tierra y se llene de maldad.” (Levítico 19:29) “Rahab la ramera” no sólo fue salva si no que después se casó con un israelita y ¡entro dentro de la genealogía de Cristo! (Josué 7:17-25 y Mateo 1:5) Dios puede perdonar y cambiar a cualquiera, pero la raíz de pecado que trajo a una mujer a hacer esto pudo haber sido el amor al dinero y también se necesita estar arrepentida de eso. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)
Cristo “salvó” a una ramera que “pecadora” y perdono todos sus pecados por “fe”. “Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.” (Lucas 7:36-50)
RAPTO (Véase ULTIMOS TIEMPOS)
RECOMPENSAS
Las recompensas se ganan. "Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa" (Mateo 10:42) Además de las recompensas, hay coronas que los creyentes pueden ganar, (ver CORONAS). Es posible perder las coronas y recompensas. (Apocalipsis 3:11, I Corintios 3: 11-15, Colosenses 2:18 y II Juan 8) Pero el creyente seguirá siendo salvo, porque la salvación no es una corona o recompensa, sino una "regalo gratuito" (Romanos 5: 15-18). "Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego..." (1 Corintios 3:15)
¡No es malo querer recompensas, ya que Cristo quiere darlas! Es falsa humildad decir, "No quiero ninguna recompensa". ¡Cuidado, Cristo podría tomar en cuenta tus palabras! Se cree que haremos lo mismo que los 24 ancianos en el cielo y pondremos nuestras coronas a los pies de Cristo, como una manera de adorarlo. Esto lo harán aquellos que las ganaron; no vamos a querer estar con las manos vacías en ese día.
“No contaminarás a tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya la tierra y se llene de maldad.” (Levítico 19:29) “Rahab la ramera” no sólo fue salva si no que después se casó con un israelita y ¡entro dentro de la genealogía de Cristo! (Josué 7:17-25 y Mateo 1:5) Dios puede perdonar y cambiar a cualquiera, pero la raíz de pecado que trajo a una mujer a hacer esto pudo haber sido el amor al dinero y también se necesita estar arrepentida de eso. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)
Cristo “salvó” a una ramera que “pecadora” y perdono todos sus pecados por “fe”. “Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.” (Lucas 7:36-50)
RAPTO (Véase ULTIMOS TIEMPOS)
RECOMPENSAS
Las recompensas se ganan. "Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa" (Mateo 10:42) Además de las recompensas, hay coronas que los creyentes pueden ganar, (ver CORONAS). Es posible perder las coronas y recompensas. (Apocalipsis 3:11, I Corintios 3: 11-15, Colosenses 2:18 y II Juan 8) Pero el creyente seguirá siendo salvo, porque la salvación no es una corona o recompensa, sino una "regalo gratuito" (Romanos 5: 15-18). "Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego..." (1 Corintios 3:15)
¡No es malo querer recompensas, ya que Cristo quiere darlas! Es falsa humildad decir, "No quiero ninguna recompensa". ¡Cuidado, Cristo podría tomar en cuenta tus palabras! Se cree que haremos lo mismo que los 24 ancianos en el cielo y pondremos nuestras coronas a los pies de Cristo, como una manera de adorarlo. Esto lo harán aquellos que las ganaron; no vamos a querer estar con las manos vacías en ese día.