SUMO SACERDOTE
El primer sumo sacerdote fue Aarón, el hermano de Moisés. El sumo sacerdote entraría en el tabernáculo, y después al templo de Dios, para ofrecer sacrificios de sangre a favor del pueblo de Dios. Hoy el cuerpo de cada cristiano es el templo del Espíritu Santo (I Corintios 6:19), y Cristo es nuestro sumo sacerdote (Hebreos 4:14) y ha entrado en el verdadero tabernáculo que está en el cielo y ha ofrecido su propia sangre por nuestros pecados. (Hebreos 8:2, 9:11-12).
Por qué Cristo es el “hijo del hombre” por medio de María, el cual sufrió en su cuerpo y comprende cómo nos sentimos. ¡Y tiene el poder para ayudarnos y salvarnos!, porque Él es el “Hijo de Dios”, por medio de su Padre celestial. Nosotros nos volvemos hijos de Dios por medio de la fe en Jesucristo (Gálatas 3:26) y tenemos acceso al trono del cielo al orar en el nombre de Jesucristo “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:14-16) Ya no necesitamos un sumo sacerdote terrenal para que interceda por nosotros ante Dios, pero ¡sí necesitamos nuestro sumo sacerdote Jesucristo! Muchas personas han visto la foto del presidente Kennedy sentado en la oficina oval en la Casa Blanca y bajo su escritorio se arrastró su pequeño hijo. Los senadores y generales necesitan un permiso para entrar en ese cuarto, pero no el hijo del presidente. Así nosotros, como hijos de Dios, podemos “confiadamente” acercarnos a Dios y a su “trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el o
El primer sumo sacerdote fue Aarón, el hermano de Moisés. El sumo sacerdote entraría en el tabernáculo, y después al templo de Dios, para ofrecer sacrificios de sangre a favor del pueblo de Dios. Hoy el cuerpo de cada cristiano es el templo del Espíritu Santo (I Corintios 6:19), y Cristo es nuestro sumo sacerdote (Hebreos 4:14) y ha entrado en el verdadero tabernáculo que está en el cielo y ha ofrecido su propia sangre por nuestros pecados. (Hebreos 8:2, 9:11-12).
Por qué Cristo es el “hijo del hombre” por medio de María, el cual sufrió en su cuerpo y comprende cómo nos sentimos. ¡Y tiene el poder para ayudarnos y salvarnos!, porque Él es el “Hijo de Dios”, por medio de su Padre celestial. Nosotros nos volvemos hijos de Dios por medio de la fe en Jesucristo (Gálatas 3:26) y tenemos acceso al trono del cielo al orar en el nombre de Jesucristo “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:14-16) Ya no necesitamos un sumo sacerdote terrenal para que interceda por nosotros ante Dios, pero ¡sí necesitamos nuestro sumo sacerdote Jesucristo! Muchas personas han visto la foto del presidente Kennedy sentado en la oficina oval en la Casa Blanca y bajo su escritorio se arrastró su pequeño hijo. Los senadores y generales necesitan un permiso para entrar en ese cuarto, pero no el hijo del presidente. Así nosotros, como hijos de Dios, podemos “confiadamente” acercarnos a Dios y a su “trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el o